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lunes, 26 de abril de 2021

LA EVOLUCIÓN COMO UN CONJUNTO DE PROCESOS INTERCONECTADOS EN LA LUCHA POR LA VIDA (2020)

  Varias de las mentes más brillantes de la historia, y particularmente de la ciencia moderna, han tratado este tema en mucha profundidad, presentando distintos mecanismos mediante los que podría funcionar la aparición de las diferentes especies. Quizá la posición más conocida comúnmente hoy en día sea la de Charles Darwin en su obra: On the Origin of Species. La posición presentada por Darwin fue un avance sin precedentes en su contexto científico. Pero no es perfecta ni está completa, y esto no es sorpresa, pues el mismo autor escribe las críticas que recibe de sus compañeros en la exposición de su tesis.

Es, pues, el propósito de este ensayo comparar la visión Darwiniana con otras de la época y con algunas más recientes, buscando las posibles compatibilidades y la solución a los huecos de la teoría de la evolución desde la perspectiva de la Filosofía de la Naturaleza. Antes de comenzar, es necesario advertir que el estudio de la vida y la evolución es inconmensurablemente amplio, por esto debemos tener en cuenta tantos puntos de vista como nos sea posible.

Comenzamos analizando los principales problemas que se han encontrado a la teoría de la evolución y sus soluciones:

La primera dificultad (y la más habitualmente esgrimida como refutación) es la ausencia o rareza de variedades de transición. Fue el mismo Darwin quien expresó esta dificultad1. Ya desde el inicio, Darwin dio una razón para este fenómeno: simplemente, el registro fósil no es tan perfecto como comúnmente se supone. Por otra parte, a pesar de las lagunas del registro, la paleontología ha conseguido encontrar evidencia fósil de varias “especies de transición”2. Un claro ejemplo son los 12 especímenes encontrados de Archaeopteryx; que, aunque han sido sujetos a acusaciones de fraude3, estas han sido refutadas de manera muy rigurosa4. Pienso que es trabajo del filósofo de la naturaleza buscar el sentido común en las discusiones tan profundamente técnicas como esta. Debemos ver todos los hechos en su conjunto y darnos cuenta de que: tanto la posible falsificación de los especímenes, como su posible conservación y estado natural son cuestiones de explicación muy compleja. Por esto creo que teniendo en cuenta el número de fósiles encontrados (tanto de animales casi completos, como de plumas sueltas) podemos estar bastante seguros de que no nos encontramos ante un fraude.

Sin embargo, a mi parecer existe otra razón por la que resulta verosímil que no encontremos tantas especies transitorias, esta es la hibridación. Y es que creo que la idea de la evolución como un proceso lineal en una única dirección no es correcta. Sí es cierto que las mutaciones genéticas dentro de las poblaciones de individuos iguales juegan el papel principal en la transformación de una especie, o en la creación de una nueva. Pero este no es el único proceso mediante el cual se da la variación genética: en la naturaleza pueden darse los cruces de especies. Y este punto debemos tratarlo con matices y cautela, pues depende de muchos factores.

        Lo importante es que, a pesar de que en muchos casos la descendencia resulta estéril, se dan ocasiones en las que dos especies no tan distintas se cruzan y forman una nueva. Esto ocurre especialmente rápido si los descendientes no desean o no consiguen aparearse con individuos de las dos “especies madre” y tienen que aparearse entre ellos. Este fenómeno fue observado directamente por el matrimonio Grant en aves de las islas Galápagos5. De esta manera se crea una nueva familia de individuos que, al no mezclarse con otras, puede llegar a diferenciarse lo suficiente como para considerarla una nueva especie. La consecuencia de esto es que cada especie no tiene una única línea de evolución, sino que gracias a estos distintos procesos tiene varias líneas interconectadas. Por esto no encontraríamos un ancestro directo como una forma más primitiva de la forma actual, encontraríamos varios, que no son más simples, sino distintos.

La segunda dificultad surge al observar los órganos de increíble complejidad que encontramos en los seres vivos. El ejemplo que se suele usar para esto (incluido Darwin) es el del ojo, que por su sofisticación y su perfecto funcionamiento parece diseñado de manera inteligente con el objetivo de ver. Tenemos, pues, dos cuestiones en este mismo problema: la de la complejidad y la de la finalidad. Estas cuestiones son resueltas en la obra de Darwin, pero de manera resumida:

“Reason tells me, that if numerous gradations from a simple and imperfect eye to one complex and perfect can be shown to exist, each grade being useful to its possessor, as is certainly the case; if, further, the eye ever varies and the variations be inherited, as is likewise certainly the case; and if such variations should be useful to any animal under changing conditions of life, then the difficulty of believing that a perfect and complex eye could be formed by natural selection, though insuperable by our imagination, should not be considered as subversive of the theory.”

En realidad, el biólogo francés Jacques Monod quien las explica de manera más clara6. Explica que la cantidad de mutaciones que se dan en los seres no es tan pequeña como podría parecer si tenemos en cuenta todo el conjunto de la población:

“On peut également estimer que le nombre total des mutants de toutes espèces dans cette population est de l'ordre de 105 à 106. A l'échelle de la population, par conséquent, la mutation n'est nullement un phénomène d’exception: c'est la règle.”

Además, une a esto el concepto de teleonomía: “celle d'être des objets doués d'un projet qu'à la fois ils représentent dans leurs structures et accomplissent par leurs performances”7 De esta manera podemos comprender perfectamente cómo podrían formarse mecanismos tan complejos mediante los millones de mutaciones que se dan en los seres vivos, al ser testeadas contra otras mediante la selección natural con un objetivo. Pero este no es un objetivo concreto (por eso no hablamos de teleología), sino que apunta a la perfección del propio organismo.

La última de las dificultades principales que se han puesto a la teoría de la evolución es la ausencia de perfección esperable. Creo que esta cuestión surge de la falsa interpretación de la evolución como un proceso que apunta hacia un objetivo concreto, hacia un ser perfecto y complejo, y a la desaparición de los seres más simples. En todo caso, si pudiéramos hablar de un “objetivo” de la evolución o de la selección natural, este sería el referente a la optimización del animal respecto a su entorno y forma de vida, siendo el único fin la reproducción y multiplicación de la especie. Quizá Aristóteles tuviera ya esta intuición en Partes de los animales, donde afirma: “la naturaleza distribuye siempre, como una persona inteligente, cada órgano a quien puede utilizarlo.”8 Se entiende de esto que no por la posesión de  órganos complejos, un ser vivo es más o menos perfecto que otro. Cada animal y ser vivo tiene los órganos que más le convienen para su subsistencia concreta.

Como el fin de la selección natural no es alcanzar un ser complejo, la perfección en este contexto debe entenderse como: funcionamiento eficaz y eficiente del ser vivo respecto a su entorno y sus necesidades, independientemente del nivel de sofisticación de la especie, con el único objetivo de la supervivencia y, finalmente, la reproducción. Es decir, si una especie se puede mantener de manera estable, lo más probable es que no sufra mutaciones, o por lo menos no tan radicales como las que vemos en otros animales que no presentan esa estabilidad. Y aunque las sufriera, al ya encontrarse de manera estable en el ecosistema, no supondrían una ventaja radical sobre el resto de individuos. Este tipo de organismos son los que hoy en día algunos autores clasifican como stabilomorphs9, algunos ejemplos son el cangrejo herradura (Limulus Poliphemus) y múltiples especies de celacantos (Latimeria).

La cuestión de la estabilidad es mucho más compleja de lo que parece, ya que no siempre significa que una especie se mantenga exactamente igual de una generación a otra. En algunos casos observamos que ciertas especies han alcanzado lo que podríamos llamar “estabilidad dinámica”, donde dependiendo de los cambios en su medio ambiente, los organismos ajustan pequeños aspectos de su morfología sin dejar de ser la misma especie. Quiero dejar claro que aquí estoy hablando de una misma población de individuos en el mismo lugar, pero en distintos momentos en el tiempo; no de distintas poblaciones en distintos lugares.

Es este el caso de una especie concreta de pulga de agua (Daphnia pulex), que ha sido por esto muy estudiadas en el siglo XXI10. Las Daphnia son un tipo de crustáceo minúsculo, pero con suficiente tamaño para ser alimento de pequeños peces. Normalmente, cuando no hay peligro de depredadores, estas criaturas se reproducen de manera asexual, siendo así casi nula la variación entre generaciones. Pero cuando hay depredadores cerca, las Daphnia son capaces de detectarlos mediante sustancias químicas. Estas sustancias son el detonante de cambios tanto de comportamiento como morfológicos: inducen a la reproducción sexual, lo que significa que se dará más variación genética; además, provocan que la colonia pase a situarse en las zonas más profundas (donde no llegan los depredadores); de forma aún más sorprendente, hacen que las nuevas generaciones de Dahpnia sean de tamaño distinto a sus progenitores, más grandes o más pequeñas dependiendo del tipo de depredador; y por último (y más importante) provocan el desarrollo de nuevas partes del cuerpo preparadas exclusivamente para la defensa. Estas estructuras defensivas, que aparecen solo cuando son necesarias, demuestran que decir que una especie ha alcanzado un estado estable no significa que todos sus individuos sean morfológicamente idénticos. De esta manera, los seres vivos pueden llegar al estado de “estabilidad dinámica” que he propuesto un poco más arriba, donde varían en comportamiento y forma, pero de un a manera regular y controlada sin evolucionar propiamente. Quizá Aristóteles se nos adelantó también en este punto, cuando afirmó que cada ser recibe los órganos que necesita y es capaz de usar 8.

Para terminar el tratamiento de esta dificultad creo importante tener en cuenta una cuestión que ha surgido en el ejemplo de las Daphnia: la conducta.

La conducta es una cuestión clave en la adaptación del ser vivo a su medio, es especialmente crucial cuando se trata de organismos sofisticados como los mamíferos y las aves. Y es que una vez desarrolladas las capacidades de procesado de información suficientes, el animal es capaz de cambiar su manera de interactuar con el medio, y esto se puede dar como algo meditado o mediante un proceso de prueba y error. Además, la conducta funciona de manera parecida a la herencia genética en el contexto de la evolución y la selección natural. La conducta que resulte más eficiente para la supervivencia y reproducción será enseñada a las siguientes generaciones; si una conducta no resulta ventajosa o no es lo suficientemente eficaz, será eliminada por la selección natural. (También será eliminada si el progenitor no es capaz de transmitir las costumbres y comportamientos a sus crías, independientemente de la eficacia de la conducta en sí). Por tanto, la adaptación de las especies se da en dos niveles distintos pero conectados. El primer nivel es el de la variación genética con consecuencias morfológicas. El segundo nivel es el de los cambios y la transmisión de conductas, que funcionan sobre la base proporcionada por el primer nivel de adaptación

Una vez analizadas estas tres dificultades, resulta evidente que la cuestión de la evolución es muy técnica y sofisticada. Es cierto que es inmensa la cantidad de datos e investigaciones realizadas, pero todas estas carecen de significado por sí mismas. Por eso es la filosofía de la naturaleza la que debe tomar aquí las riendas y dar coherencia a todos los estudios, de manera crítica, y con la comprensión del mundo como objetivo último. En esto se centrará la conclusión de este ensayo.

Debemos, pues, entender la evolución como un proceso. Pero no como un proceso único y lineal en una dirección, pues no tiene un objetivo concreto y último. Es un proceso complejo, podríamos decir que en realidad es un proceso de procesos, siendo estos procesos menores muy variados, pero igualmente importantes y conectados entre sí. Algunos de estos procesos son los que se han expuesto arriba: variación genética; hibridación; estabilización, tanto en los casos de stabilomorphs como en los de “estabilización dinámica” y la adaptación de la conducta. Lo que decide si todos estos procesos tienen éxito o no es la selección natural. Esto significa que todos los procesos que hemos visto en una especie están enmarcados en las condiciones ecológicas del entorno, tanto las geológicas y climáticas como las impuestas por el resto de especies vivientes.

En resumen: la evolución es un conjunto de procesos de adaptación muy distintos interconectados, cuyo fin es únicamente la supervivencia, no solo la del individuo sino la de la especie. La evolución es la lucha de la vida contra la muerte, en el sentido más amplio posible. Es la lucha contra la muerte que trasciende a la misma muerte, pues se propaga en el tiempo. No estamos hablando de la vida del individuo, sino de la vida en general, el conjunto de los seres vivos al completo.

Según todo esto, la evolución es una lucha por la supervivencia, como diría Darwin un struggle for life; pero no es individual, es por la supervivencia de la vida en sí.


1 Darwin: On the Origin of Species. Cap VI.1: On the Absence or Rarity of Transitional Varieties

2 Algunos ejemplos importantes son: Archaeopteryx, Ambulocetus y Tiktaalik

3 Recapituladas en: Hoyle, Wickramasinghe: Archaeopteryx, the Primordial Bird: A Case of Fossil Forgery (1986)

4 Alan J. Charing: Archaeopteryx is not a Forgery. (1985) (doi:10.1126/science.232.4750.622)

5 Peter R. Grant, B. Rosemary Grant: 40 Years of Evolution Darwin’s Finches on Daphne Major Island, parte IV Cap.10

6 Jacques Monod: Le Hasard et la Nécessité

7 Le Hasard et la Nécessité Cap I.3

8 Aristóteles: De Partibus Animalium Libro IV: 687 a10

9 Błazej Błazejowski: The Horseshoe Crab of the Genus Limulus: Living Fossil or Stabilomorph? (2014) (doi:10.1371/journal.pone.0108036)

10 Mark Christjani: Phenotypic plasticity in three Daphnia genotypes in response to predator kairomone: evidence for an involvement of chitin deacetylases (2016) (doi:10.1242/jeb.133504)


BIBLIOGRAFÍA:

Darwin: On the Origin of Species 6TH edition - https://ia802707.us.archive.org/10/items/6edoriginspecies00darwuoft/6edoriginspecies00darw uoft.pdf

Hoyle, Wickramasinghe: Archaeopteryx, the Primordial Bird: A Case of Fossil Forgery (1986) https://archive.org/details/archaeopteryxpri0000hoyl/page/4

Alan J. Charing: Archaeopteryx is not a Forgery. (1985) (doi:10.1126/science.232.4750.622) https://dacemirror.sci-hub.tw/journal- article/ece874994439aadabc59b47a1247b64d/charig1986.pdf

Peter R. Grant, B. Rosemary Grant: 40 Years of Evolution Darwin’s Finches on Daphne Major Island https://www.amazon.com/40-Years-Evolution-Darwins-Finches- ebook/dp/B00I14UUTS/ref=tmm_kin_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=#reader_B00I1 4UUTS

Jacques Monod: Le Hasard et la Nécessité https://monoskop.org/images/9/9d/Monod_Jacques_Le_Hasard_et_la_necessite.pdf

Aristóteles: De Partibus Animalium https://archive.org/details/completeworksofa0000aris/page/6

Błazej Błazejowski: The Horseshoe Crab of the Genus Limulus: Living Fossil or Stabilomorph? (2014) (doi:10.1371/journal.pone.0108036) https://journals.plos.org/plosone/article/file?id=10.1371/journal.pone.0108036&type=printabl e

Mark Christjani: Phenotypic plasticity in three Daphnia genotypes in response to predator kairomone: evidence for an involvement of chitin deacetylases (2016) (doi:10.1242/jeb.133504) https://cyber.sci-hub.tw/MTAuMTI0Mi9qZWIuMTMzNTA0/christjani2016.pdf

domingo, 18 de abril de 2021

GRITOS (2021)

    Yo, como usted, también quise ser ingeniero, señor Wittgenstein. Quizá eso explique por qué en ocasiones me siento identificado con usted. Además, siempre me resultó atractiva su afirmación final en el Tractatus: “De lo que no se puede hablar, hay que callar”. Lo que me sorprende de dicha afirmación es que usted desarrollara tal pensamiento, especialmente teniendo en cuenta todo lo que experimentó en su vida. Me resulta una afirmación muy poco humana, una afirmación de ingeniero.

Verá señor Wittgenstein, yo pienso que hay cosas que no se pueden callar. Y creo que hay ejemplos muy claros sobre esto en la historia del saber humano. No es una sorpresa para nadie el hecho de que hay temas que no podemos expresar de forma exacta y precisa. Por tanto, tiene que haber alguna razón para que todos los pensadores, independientemente de sus circunstancias, se empeñen en tratar estos temas a pesar de su dificultad de expresión. Parece que hay cosas sobre las que no podemos dejar de hablar, es decir, que hay preguntas a las que todavía no henos sabido responder.

Yo tengo un ejemplo personal para mostrarle esto, pero le advierto que es posible que no le guste, pues no es un ejemplo de un ingeniero, sino que es el momento exacto en que mi vocación giró 180 grados orientándose a la filosofía.

    Durante el verano del año 2018 yo me encontraba en una especie de trance existencial. Acababa de llegar de viaje desde California, donde uno de mis proyectos de ingeniería había sido premiado. Yo estaba absolutamente agotado, llevaba cinco días seguidos explicando y defendiendo el invento de mi equipo a gente de todo el mundo. Cuando llegué pasé una semana en el campo, donde la sensación de lentitud en el pasar del tiempo, el cansancio, y el cambio horario consiguieron que no hiciera nada excepto dormir y escuchar música.

Y visto desde fuera, esto podría parecerle a usted una situación bastante agradable. Es decir, había cumplido mis objetivos en mi proyecto, había recibido buenos comentarios de muchas y muy valiosas personas, y ahora estaba en el campo descansando. Pero mi mente no estaba tranquila. Yo sabía que era un muy buen ingeniero y diseñador mecánico, yo lo sabía; pero todo el esfuerzo que había puesto en estos proyectos había tirado mis resultados en los estudios por los suelos. No exagero cuando le digo que mis notas no podían ser más bajas. De hecho, en cuanto pude, tuve que ponerme a estudiar química todos los días porque la había suspendido ya cuatro veces ese año. Mi sueño era diseñar y construir, y tenía pruebas para demostrar que se me daba bien, pero nunca conseguí estudiar para el colegio. Esta situación me estaba volviendo loco, o al menos eso es lo que me dice mi psiquiatra.

Pero no se preocupe señor Wittgenstein, porque esto cambió. La mañana del día 27 de julio de ese mismo año, a las 12:23, yo estaba intentando hacer ejercicios de química, frustrado porque no entendía nada. Entonces oigo un portazo. Mi hermana entra corriendo en mi habitación y grita con todas sus fuerzas (disculpe por el lenguaje vulgar, pero resulta muy expresivo): “¿¡Tú eres gilipollas!? ¿¡Por qué no contestas al teléfono!? ¡¡Al tío Fermín le ha dado un ataque al corazón!!”.

El portazo me asustó, pero los gritos me petrificaron. Sentí como todos los engranajes, motores, reacciones químicas y sueños de ingeniería que hasta ese momento habían abarrotado mi pensamiento se detuvieron en seco, estallaron en mil pedazos, e incendiaron mi alma que cayó en llamas como la flecha de Notre-Dame. No pude hablar, tuve que callar.

Yo ese día no pude hablar, y todavía no tengo una respuesta para esos gritos de mi hermana. Pero esos gritos siguen ahí. No pasa un día en el que no resuenen dentro de mi cabeza, y yo no he podido darles otra respuesta que el silencio.

Pero no me he rendido señor Wittgenstein. Es más, he descubierto que la única forma de encontrar la respuesta, que la única forma de poder hablar es, eso mismo: hablar. Y a eso me dedico ahora, hablo y pregunto todo lo que puedo. Y nada me va a impedir hacerlo. Hablo y pregunto sobre todo de esas cosas de las cuales muchos dicen que no se puede hablar ni preguntar, esas son cosas de las que no puedo callar.

Igual que yo no puedo callar los gritos que se repiten desde ese día, la filosofía no puede callar estas preguntas que a usted tan poco le gustan. Solo podríamos silenciarlas dándoles una respuesta. Y para encontrar una respuesta, tenemos que hablar. Quizá sea verdad que nunca podremos callar esas preguntas, pero la cuestión es que ahí están, y seguirán estando hasta que podamos responderlas. No las podemos callar. Y de lo que no se puede callar, hay que hablar.


YA LO MIRARÉ (2021)

        En el escrito ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente?, Willand Van Ormand Quine responde a esta pregunta, y parece responder que, efectivamente, la filosofía ha perdido el contacto con la gente, ya que afirma que un filósofo que fuera además un habilidoso expositor podría abrir al público las partes más recónditas de la filosofía técnica del momento. Esto implica que esas puertas ahora mismo están cerradas, o al menos que Quine pensaba que lo estaban en el tiempo en que escribió esto.

        Como este texto fue publicado en 1979, podemos plantearnos la cuestión de si algo habrá cambiado en estos 42 años. Yo no había nacido en los 70, por lo que no me siento cualificado para hablar sobre la situación filosófica de ese momento, pero creo que puedo decir algo de la actual.

La expansión global de los medios de comunicación ha supuesto un cambio radical en nuestra cultura. Y la filosofía tampoco ha podido escapar a este fenómeno. En el momento en que Quine escribió esto las telecomunicaciones estaban ya muy avanzadas, pero yo apostaría a que Quine no se esperaba la revolución que iba a suponer el desarrollo de Internet.

Menciono Internet porque es ahí donde la actividad filosófica se ha concentrado de una manera difícil de disimular. No solo encontramos guardadas en él la gran mayoría de las obras de filosofía de todos los tiempos, sino que además es el sitio donde se publican y comparten los trabajos más recientes, conferencias, críticas y descubrimientos.

De esta manera la filosofía y en general todo el saber humano se ha acercado de nuevo a la gente, en el sentido de que ahora es más accesible que nunca. Pero esto tiene también aspectos relativamente negativos. El hecho de que el saber y la información estén al alcance de todo el que tenga acceso a la red ha tenido como resultado que todo ese saber ha perdido su valor aparente. Para ilustrar cómo esto ha pasado y pasa voy a desarrollar el siguiente ejemplo práctico:

Imaginemos que en una ciudad donde no hay ninguna biblioteca se abre por fin una. Es una biblioteca con estanterías infinitamente altas, es pública, todo el mundo tiene acceso a ella, pero solo guarda un libro. Además resulta que el libro está guardado en la estantería más alta de toda la biblioteca, a muchos más metros de altura de lo que cualquier hombre podría alcanzar.

La gente de la ciudad entraría a la biblioteca y vería el libro, es posible que al principio no les interese el libro, o al ver que está fuera de su alcance no se preocupen por él y lo olviden enseguida. Tarde o temprano, estoy seguro, a alguien le empezaría a interesar el libro. Se preguntaría qué dice en él, por qué es el único que guarda aquella biblioteca tan grande, y por qué está guardado a tal altura.

Probablemente él intentaría alcanzarlo, pero por mucho que intentara lo conseguiría. El mero hecho de que uno lo intente haría que todos los demás se interesaran de repente por el libro, porque queremos lo que los demás quieren. Al final, todos los habitantes de la ciudad se pelearían por intentar alcanzarlo, y no debemos subestimar los extremos a los que llegarían algunos. Todo el mundo hablaría del libro aunque nadie sabría que contiene, pero eso ya es contacto con la gente en cierto sentido.

Imaginemos otra ciudad, en la que se construye una biblioteca, de las mismas características, pero cuyas estanterías infinitas están totalmente repletas de libros. Todo el saber habido y por haber se encuentra en esos libros, pues hay una cantidad infinita de ellos. A todos nos encantaría pensar que esto haría que la gente se interesara por los libros, y todo el mundo empezara a leer y filosofar con todas las ganas del mundo. Sin embargo, tenemos pruebas de que las cosas no son así.

Digo esto porque es exactamente lo que ha pasado con Internet, que es bastante parecido en la práctica a una biblioteca infinita. Sí, es cierto que el acceso a la filosofía y el saber están más cerca de la gente que nunca, y en ese sentido la filosofía está en contacto con la gente; pero este contacto no suele pasar del famoso “ya lo miraré en Internet”.

El hecho de tener toda la información que queramos al alcance de nuestra mano ha hecho que dejemos de preocuparnos por él. Hay tantos sitios web donde buscar información que ya no nos importa mucho cuál utilicemos y de dónde venga lo que dice. Quizá esto sea porque, sea lo que sea esa información sabiduría o curiosidad, con un click desaparece de nuestra vida para siempre. Vemos esto, entre otras cosas, en la siempre acelerante caída de la calidad de las conferencias, ponencias y charlas que se publican en internet (por no hablar de su vaguedad y mínima extensión).

Sí, la filosofía está en contacto con la gente en el sentido de que es ahora accesible para todos. Sí, la filosofía ha perdido el contacto con la gente en el sentido de que ya no nos interesa. Por qué iba a interesar a la gente la filosofía, o cualquier otra cosa, si “puedo buscarlo en internet cuando quiera”.

No digo que debamos tener en la mente todo el saber que aparece en Internet. Solo sigo que Internet es demasiado en muchos sentidos, y me da miedo que podemos acabar pensando que por tener acceso a todo no necesitamos tener nada.


FILOSOFÍA IGNORADA (2021)

El artículo del profesor Jaime Nubiola titulado Pragmatismos y relativismo: C.S. Peirce y R. Rorty, concluye con varias consideraciones muy importantes, pero una que me ha gustado especialmente es la siguiente: “La razón de cada uno es camino de la verdad, pero las razones de los demás sugieren y apuntan a otros caminos que enriquecen y amplían nuestra comprensión”.

Pienso que es una afirmación con la que todos deberíamos conciliar nuestro propio pensamiento, es decir, todos deberíamos darnos cuenta de que cada uno piensa con toda su buena voluntad, o al menos, debemos esperar que así sea si de verdad queremos avanzar en nuestro conocimiento de la realidad. Tenemos que poder considerar los razonamientos, conclusiones y afirmaciones de otros filósofos al menos como “considerables”, si es que queremos realmente entenderlas.

Nos ponemos objetivos diferentes, utilizamos métodos distintos, nos valemos de nuestras facultades de forma diferente; pero en el fondo todos nosotros buscamos lo mismo, aunque a veces nos sintamos enfrentados y se nos llene la mente de sentimientos de rechazo y enemistad. Todos buscamos la verdad, somos filósofos.

Creo que a veces nos olvidamos de esto mismo, y nos perdemos en argumentaciones, refutaciones y clasificaciones de los otros, sin darnos cuenta de que esto no es lo que realmente queremos hacer. Por eso mismo me parece importante la cuestión sobree la definición de la palabra “Filosofía”, pues es un tema que prácticamente todos los filósofos han tratado y es crucial para entender nuestra disciplina.

Si preguntáramos a los antiguos filósofos griegos, sabemos que ellos nos dirían que la φιλοσοφία es el amor a la verdad o a la sabiduría. Pero esto no nos resuelve del todo la pregunta, porque no todo lo que busca la verdad es un filósofo. Si entendemos por verdad la relación de adecuación entre lo pensado o propuesto y la realidad, entonces no toda búsqueda de verdad es filosofía. Se puede ver que esto es cierto pensando en el siguiente ejemplo: cuando vamos a subir un escalón, subimos el pie, y al bajarlo esperamos que nuestro pie entre tarde o temprano en contacto con el suelo o el escalón. Por tanto, nuestro pie baja buscando el momento en el que toque el suelo para poder apoyarse, busca la altura a la que se encuentra el escalón. Pero el hecho de buscar el escalón, aunque es una búsqueda de adecuación entre nuestro pensamiento (que hay un escalón sobre el que se puede apoyar nuestro pie) y la realidad (el escalón), no es filosofía.

El ejemplo anterior no es nada especial ni pretende ser completamente serio, pero sirve para darnos cuenta de algo: la simple búsqueda de la verdad como adecuación pensamiento-realidad no es lo que llamamos filosofía.Si la búsqueda de verdad es inconsciente, esa actividad no es filosofía. Un robot aspirador, por mucho que busque la adecuación del plano que él tiene guardado en su memoria con las paredes y muebles de la habitación real, nunca estará haciendo filosofía. ¿Por qué? Pues creo que sobre esto son muy acertadas las palabras de Simon Blackburn: “Philosophy is what happens when a practice becomes self-conscious” .

Si la búsqueda de la verdad no es consciente, no es filosofía. Es decir, el filósofo es consciente de su búsqueda, y no solo eso, pues ya los griegos nos habían dicho que la filosofía es el amor a la sabiduría. Por tanto, parece que la filosofía es buscar la sabiduría como algo amado, y hacerlo de manera consciente.

Por otra parte, nos podemos encontrar también con definiciones que apuntan en una dirección un tanto distinta, como la que da Bertrand Russell : “philosophy is merely the attempt to answer (…) ultimate questions, not carelessly and dogmatically, as we do in ordinary life and even in the sciences, but critically after exploring all that makes such questions puzzling, and after realizing all the vagueness and confusion that underlie our ordinary ideas”.

Quizá Russell tenga razón en esto, y sea cierto que la filosofía se ocupa principalmente de las preguntas “últimas”, pero yo creo que es algo más. A mi modo de ver la cuestión, la filosofía es la expresión y el desarrollo del reconocimiento de la propia inocencia e ignorancia. Es una actividad que, además, no debe ser llevada a cabo en solitario, sino que se enriquece exponencialmente conforme la vamos compartiendo con otros. Es una manifestación de curiosidad, de asombro, quizá incluso una muestra de respeto y admiración hacia la realidad, una afirmación.

Creo que no debemos rechazar la curiosidad pura que en nuestra infancia fue el germen de lo que ahora hemos convertido en carrera y profesión. No debemos dejar de intentar sistematizar, pero tenemos que dejar de convertirnos en sistemas nosotros mismos. No podemos dejarnos convertir en máquinas que solo buscan respuestas y formulaciones lógicas. Tenemos que poder disfrutar del no saber algunas cosas, para poder disfrutar también de aquellas que sí sabemos. Solo así podremos amar la sabiduría.

LAZYNESS (2021)

        El objetivo de este ensayo es comprender la posición de Bertrand Russell en su artículo titulado Vagueness. Tal y como nuestro autor la define, la vaguedad se da cuando la relación entre un sistema representante y el sistema representado es one-many, es decir, cuando un solo término del primero representa varios términos del segundo. Por tanto, la vaguedad se da en la relación entre los dos sistemas, es decir, en el significado (meaning).

        Al añadir a esto la definición de conocimiento: “un hecho que tiene cierta relación con otro hecho”, comprendemos la relevancia fundamental que esta cuestión tiene para todo el ámbito del saber. De hecho, Russell llega a afirmar que toda proposición tiene cierto grado de vaguedad, en la medida en que está compuestas por palabras que, siendo “no-lógicas”, son vagas.

        Pero nuestro autor no se limita a mostrarnos el problema, sino que además nos da pistas sobre cuál cree que es la solución: no existiría el problema si el concepto de cada cosa fuera una idea precisa, es decir, si fuera verificable por un conjunto definido de hechos. Sin embargo, resulta evidente que, si intentáramos poner esto en práctica, nuestro lenguaje se volvería tan extenso y específico que perdería toda su utilidad.

        Esta dificultad fue planteada a Russell ya desde la primera lectura. Cuando presentó su artículo en la Jowett Society, F. C. S. Schiller respondió: Russell's cure for “vagueness” […] was that there should be distinctive words enough for every situation! A language […] would be composed entirely of noncewords, hapax legomena, and almost wholly unintelligible[ ].

        Me gustaría mostrar ahora un problema contemporáneo que creo que resulta análogo, el de las inteligencias artificiales. Concretamente, inteligencias artificiales diseñadas para ganar al juego de ajedrez. Pues bien, para que un ordenador o computadora pudiera vencer a cualquier maestro de ajedrez, lo único que necesitaría la máquina es tener en su memoria todas las posiciones posibles dentro de las reglas del juego, y saber cuáles son favorables para ganar y cuáles no. Parece que la solución es relativamente sencilla. Pero, con la excusa de que Russell prestó gran atención a las matemáticas durante buena parte de su carrera, vamos a comprobar si esto podría realizarse.

        Como explica Claude Shanon en su famoso trabajo Programming a Computer for Playing Chess[ ], en las posiciones típicas de ajedrez hay de media 30 movimientos legales que se pueden ejecutar. Esto significa que, al cabo de un turno de cada jugador, las posiciones posibles han ascendido a nada menos que 103. Si un juego típico se extiende durante unos 40 turnos, la máquina debería calcular 10120 posibilidades distintas. Y aunque el ordenador fuera tan rápido como para calcular una variación por microsegundo, calcular todas le costaría más de 1090 años. Es decir que la pobre máquina tendría que trabajar durante 7*1079 veces la edad en años del universo[ ]. De manera que considerar cada una de las situaciones de forma individual no es una forma realizable de resolver este problema.
De manera análoga, si intentáramos construir un lenguaje que abarcara precisamente todas y cada una de las situaciones, sujetos, objetos, movimientos, etc. no seríamos capaces de conocerlo al completo, y por tanto nos sería imposible usarlo con su pretendida precisión.

        A pesar de esto, no parece que la dificultad incomodara a Russell, pues “la aceptó alegremente”[ ]. Pero si esta dificultad no afecta en nada a la posición del autor, debe significar que la solución que él propone no es la de un lenguaje con un diccionario infinito y absolutamente preciso. Entonces, ¿cuál es la propuesta de Russell?

        En realidad, no nos da una respuesta concreta, pero nos muestra el camino: “la física, en sus formas modernas, suministra los materiales para resolver todos los problemas filosóficos susceptibles de ser resueltos.” La vaguedad de la propuesta resulta casi irónica, parece cientismo vacuo. Pero detrás de esta fachada positivista podemos encontrar la verdadera posición de Russell.

        La física estudia el comportamiento de la materia, energía, fuerzas, en el espacio y el tiempo; y, siendo así, su objetivo es el conocimiento del universo mediante leyes generales. Esta es la clave de la cuestión, “leyes generales”, pues esto choca directamente con la idea presentada más arriba del lenguaje infinito. Para las leyes generales que busca la física, la vaguedad no es un problema, sino que es el requisito fundamental. Si cada término en el sistema de una ley física no pudiera referirse a un género entero de términos del sistema de la realidad, no sería una ley general.

         Del mismo modo en que jugamos a ajedrez, comprendemos la realidad. No conociendo y clasificando todas sus partes individual y precisamente, sino generalizando y precisando solamente cuando debamos hacerlo en las situaciones prácticas. Quizá en su vaguedad no lo exprese exactamente así, pero esto es que Russell realmente desea transmitirnos.


1. F. C. S Schiller (1939) (343).s

2. Claude Shannon (1950). "Programming a Computer for Playing Chess". Philosophical Magazine. 41 (314).

3. Planck Collaboration (2020). "Planck 2018 results. VI. Cosmological parameters". Página 15, tabla 2 en Astronomy & Astrophysics. 641: A6.

4. Véase la nota 1