domingo, 18 de abril de 2021

YA LO MIRARÉ (2021)

        En el escrito ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente?, Willand Van Ormand Quine responde a esta pregunta, y parece responder que, efectivamente, la filosofía ha perdido el contacto con la gente, ya que afirma que un filósofo que fuera además un habilidoso expositor podría abrir al público las partes más recónditas de la filosofía técnica del momento. Esto implica que esas puertas ahora mismo están cerradas, o al menos que Quine pensaba que lo estaban en el tiempo en que escribió esto.

        Como este texto fue publicado en 1979, podemos plantearnos la cuestión de si algo habrá cambiado en estos 42 años. Yo no había nacido en los 70, por lo que no me siento cualificado para hablar sobre la situación filosófica de ese momento, pero creo que puedo decir algo de la actual.

La expansión global de los medios de comunicación ha supuesto un cambio radical en nuestra cultura. Y la filosofía tampoco ha podido escapar a este fenómeno. En el momento en que Quine escribió esto las telecomunicaciones estaban ya muy avanzadas, pero yo apostaría a que Quine no se esperaba la revolución que iba a suponer el desarrollo de Internet.

Menciono Internet porque es ahí donde la actividad filosófica se ha concentrado de una manera difícil de disimular. No solo encontramos guardadas en él la gran mayoría de las obras de filosofía de todos los tiempos, sino que además es el sitio donde se publican y comparten los trabajos más recientes, conferencias, críticas y descubrimientos.

De esta manera la filosofía y en general todo el saber humano se ha acercado de nuevo a la gente, en el sentido de que ahora es más accesible que nunca. Pero esto tiene también aspectos relativamente negativos. El hecho de que el saber y la información estén al alcance de todo el que tenga acceso a la red ha tenido como resultado que todo ese saber ha perdido su valor aparente. Para ilustrar cómo esto ha pasado y pasa voy a desarrollar el siguiente ejemplo práctico:

Imaginemos que en una ciudad donde no hay ninguna biblioteca se abre por fin una. Es una biblioteca con estanterías infinitamente altas, es pública, todo el mundo tiene acceso a ella, pero solo guarda un libro. Además resulta que el libro está guardado en la estantería más alta de toda la biblioteca, a muchos más metros de altura de lo que cualquier hombre podría alcanzar.

La gente de la ciudad entraría a la biblioteca y vería el libro, es posible que al principio no les interese el libro, o al ver que está fuera de su alcance no se preocupen por él y lo olviden enseguida. Tarde o temprano, estoy seguro, a alguien le empezaría a interesar el libro. Se preguntaría qué dice en él, por qué es el único que guarda aquella biblioteca tan grande, y por qué está guardado a tal altura.

Probablemente él intentaría alcanzarlo, pero por mucho que intentara lo conseguiría. El mero hecho de que uno lo intente haría que todos los demás se interesaran de repente por el libro, porque queremos lo que los demás quieren. Al final, todos los habitantes de la ciudad se pelearían por intentar alcanzarlo, y no debemos subestimar los extremos a los que llegarían algunos. Todo el mundo hablaría del libro aunque nadie sabría que contiene, pero eso ya es contacto con la gente en cierto sentido.

Imaginemos otra ciudad, en la que se construye una biblioteca, de las mismas características, pero cuyas estanterías infinitas están totalmente repletas de libros. Todo el saber habido y por haber se encuentra en esos libros, pues hay una cantidad infinita de ellos. A todos nos encantaría pensar que esto haría que la gente se interesara por los libros, y todo el mundo empezara a leer y filosofar con todas las ganas del mundo. Sin embargo, tenemos pruebas de que las cosas no son así.

Digo esto porque es exactamente lo que ha pasado con Internet, que es bastante parecido en la práctica a una biblioteca infinita. Sí, es cierto que el acceso a la filosofía y el saber están más cerca de la gente que nunca, y en ese sentido la filosofía está en contacto con la gente; pero este contacto no suele pasar del famoso “ya lo miraré en Internet”.

El hecho de tener toda la información que queramos al alcance de nuestra mano ha hecho que dejemos de preocuparnos por él. Hay tantos sitios web donde buscar información que ya no nos importa mucho cuál utilicemos y de dónde venga lo que dice. Quizá esto sea porque, sea lo que sea esa información sabiduría o curiosidad, con un click desaparece de nuestra vida para siempre. Vemos esto, entre otras cosas, en la siempre acelerante caída de la calidad de las conferencias, ponencias y charlas que se publican en internet (por no hablar de su vaguedad y mínima extensión).

Sí, la filosofía está en contacto con la gente en el sentido de que es ahora accesible para todos. Sí, la filosofía ha perdido el contacto con la gente en el sentido de que ya no nos interesa. Por qué iba a interesar a la gente la filosofía, o cualquier otra cosa, si “puedo buscarlo en internet cuando quiera”.

No digo que debamos tener en la mente todo el saber que aparece en Internet. Solo sigo que Internet es demasiado en muchos sentidos, y me da miedo que podemos acabar pensando que por tener acceso a todo no necesitamos tener nada.


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